Descripción
Jesús también nació humilde, como nosotros, pero siguió siendo pobre, tan pobre que ni siquiera tenía una piedra para reclinar su cabeza para dormir (cfr. Mt 8,20; Lc 9,59); no fue ignorante, pero tenía conciencia de que todo lo que sabía, y era muchísimo, era un don recibido del Padre (cfr. Lc 10,22). Era robusto de cuerpo, -parece que está demostrado por los estudios realizados en la Sábana Santa-, pero también de corazón y de psique. Lo demuestra cuando dijo: “Nadie me quita la vida; yo la doy cuando quiero. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo” (Jn 10,18). ¡Qué fuerza! ¡Qué dominio de las situaciones! ¡Qué equilibrio! Con razón pudo darnos este grandísimo consejo-ejemplo: “Aprended de mi, que soy… humilde…, y encontraréis reposo para vuestras almas” (Mt 11,29). ¿Por qué no tenemos paz? ¡Porque no somos humildes! ¿Por qué vivimos estresados? ¡Porque no somos humildes! ¿Por qué vivimos alterados y enojados con medio mundo? ¡Porque no somos humildes! ¿Por qué no tenemos una afectividad equilibrada y suficiente? ¡Porque no somos humildes! ¡¡¡¡Porque tenemos miedo a ser humildes!!!!
¿Y por qué tenemos miedo a ser humildes? Porque somos, falsamente, muy fuertes, muy listos y muy poderosos; y tendríamos que dejar de serlo, para ser de nuevo débiles, ignorantes y pobres; y eso no lo queremos. Preferimos vivir en el engaño y aparentar, en vez de ser lo que somos y parecernos a Jesús.
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