Descripción
En 1581 el dominico Domingo Báñez accede a la cátedra de Prima en Teología de la Universidad de Salamanca, marcando una época de esplendor en la teología europea. En ese momento, España acaba de incorporar Portugal, con las tierras de ultramar, a su Imperio “donde no se pone el sol”. Felipe ll es el monarca más poderoso de la tierra asumiendo bajo su responsabilidad la defensa por las armas de la fe católica. Son años gloriosos pero surcados por sangrientas batallas: en los Países Bajos, con Francia, con Inglaterra, contra los turcos; y dentro de nuestras fronteras, contra los moriscos de las Alpujarras. Mucha sangre derramada para defender un Imperio y una religión. Los grandes teólogos de entonces, como Suárez, Molina o Báñez, entre otros, sostienen la política belicista del monarca católico. Pero no toda guerra es lícita, ni todo vale en el desarrollo del conflicto bélico: la conciencia del rey y de sus consejeros, incluso la de los simples soldados, está en juego. No en vano, uno de los pilares fundamentales de la religión que defienden es el mandato divino de “no matarás”. ¿Es la religión un fermento de violencia? ¿Hay una guerra justa? ¿Se puede hacer una guerra santa para imponer la religión? ¿Cómo defender con las armas la verdad? ¿Cómo poner límites racionales a los horrores de la guerra? ¿Cómo hacer más humanos los conflictos bélicos? Este es el desafío al que se enfrentan los teólogos del siglo XVI: de sus aciertos y de sus pasos en falso podemos aprender también hoy.
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