Descripción
«En casa» y «de viaje» es un binomio alternativo de la existencia humana. Por eso, desde los orígenes de la literatura, el viaje ha tenido una presencia como armazón argumental en las páginas de la ficción literaria. Gilgamesh, Aquiles, Ulises, Eneas, Roldán, el Dante guiado de la Divina Comedia, el Cid, D. Quijote, Philleas Fogg, Peer Gynt, el Aschenbach protagonista de Muerte en Venecia, el Niels Holgerson viajero a lomos de un ánade, el Zhivago de la revolución rusa, pasan por las páginas de la ficción en un estado de «ausencia», es decir, fuera de casa. O lo que es lo mismo, de viaje. Y en el viaje, problema fundamental es el albergue. Cuando más allá del grand tour y a partir de la irrupción del turismo y sobre todo del veraneo, villeggiatura o Sommerfrische (alrededor de 1850), el albergue se transforma en una realidad dinámica (la fonda, la posada, la pensión, el hostal, el hotel, el gran hotel), se va constituyendo una entidad espacial y un espacio interior que aquilata comportamientos y conductas, al tiempo que en una situación fuera de lo ordinario cuyos protagonistas son una pareja polimórfica: el huésped y el anfitrión, cabe preguntarse ¿Cómo han reflejado los escritores esa realidad espacial, ese hábitat ocasional, los comportamientos del huésped, las reacciones del anfitrión? ¿Cómo determina ese espacio el comportamiento del huésped? ¿Cómo han caracterizado los escritores ese hábitat del hombre moderno?





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